A mediados de diciembre, Roger García, del portal Redactor Freelance, recogía los datos de un estudio sobre estadísticas y tendencias sobre el blogging en 2018 (Blogging Statistics and Trends: The 2018 Survey of 1000+ Bloggers). ¿Para qué? Pues para contrastar datos sobre el precio que un redactor profesional está cobrando por su trabajo y si este es viable. Yo, que empecé en 2008-2009, cobrando 12 euros por artículo de 300 palabras (y, por aquel entonces, a las empresas grandes y a las agencias les parecía una barbaridad, ya ni menciono a pymes u otros autónomos), en 2015-2016 llegué a una conclusión muy clara: no es cosa de coger más y más trabajo, es que no me están pagando lo que me tienen que pagar.
El artículo de García —Retrato de un blogger: ¿afición o profesión?— recoge varios datos interesantes del estudio que cito a continuación:
El tiempo que los bloggers dedican a redactar artículos para sus blogs no ha parado de crecer. Si en 2014 tardaban una media de 2 horas y 24 minutos, en 2018 ya se superan las 3 horas y 28 minutos.
La longitud de los posts no para de aumentar. Si en 2014 un artículo para blog tenía una media de 808 palabras, en 2018 hemos llegado a las 1.151 palabras… ¡y subiendo!
[…] el estándar se sitúa en un artículo nuevo cada semana.
Redacción profesional: el tiempo de gestión del cliente y el precio-hora
Yo he terminado cobrando por horas, y he abandonado un precio por artículo, con la intención de visibilizar todo el trabajo que hay detrás para quien quiera pagarlo —y hay muchos clientes, en especial, agencias, que no quieren ni oír hablar de un precio-hora, que conste—; del mismo modo, tengo la suerte de haber conseguido una cartera de clientes y un reconocimiento amplio en el sector, y no tengo grandes problemas si, hoy día, un lead se descuelga o una agencia no quiere aceptar esto. Como todos, también soy flexible, y no recomendaría a ningún redactor o redactora que incrementase un 200 % el precio al cliente que lleva cinco años confiando en él/ella: hay que ser agradecidos, y flexibles, como ya he dicho, pero de esto a ser canibalizado por el trabajo propio y el mercado, hay un trecho, ¿verdad?
Dicho esto, os voy a explicar cómo llegué yo a las conclusiones que os he expuesto aquí arriba…

Hace casi una década, uno de los colaboradores de El blog salmón comentaba a raíz de la experiencia del cliente: «Lo peor reside en que ciertas empresas no aplican el mismo valor que dan a su tiempo que el que dan a sus clientes, cuando, en realidad, […] en un servicio, ambos tienen el mismo valor.» Era 2008, y la gente se encontraba embarcando en esa experiencia digital donde aquí lo tengo cómodo/en cualquier momento (acceso inmediato al producto), y allí (en la tienda; negocio), me toca esperar. Con Internet en todos los hogares, esto no tuvo una única solución, sino más bien una segmentación necesaria: ¿quieres hacer la compra en línea? ¡Ahorra tiempo! (valor diferencial); vale, no: tú quieres escoger los tomates y las peras de kilómetro cero: proximidad, cercanía, el producto frente a ti (otro tipo de valor diferencial); y así.
En los años siguientes, se produjo el cambio: vamos a escuchar al cliente. Lo quiere 24/7; no quiere acercarse a la tienda o negocio: Internet; aplicaciones móviles. No le importa moverse, acercarse, esperar: ¿cómo podríamos mejorar su experiencia de compra? En el segundo punto es donde entran los conceptos a caballo entre el marketing y la sociología: gestión de colas, establecimientos “drive thru” o citas previas, donde, además, se ofrece a los clientes una experiencia individualizada, acorde a sus necesidades como público objetivo y cuyas expectativas se cubran o se vean superadas.
A nivel general, la perspectiva parece quedar clara. Sin embargo, esto pincha mucho más de lo que puede parecer a simple vista, porque el tiempo de gestión del cliente propio de las agencias no conlleva la misma gestión de tiempo por cliente en un autónomo.
Vale, espera. Deja que me coloque las neuronas en su sitio y lo desarrollo un poco más. Con todos los conceptos de aquí arriba claros, las empresas se dan cuenta de que la gestión del tiempo de los clientes (duración de la experiencia de compra o del servicio) conlleva un tiempo de gestión por cliente (tiempo que la empresa dedica a cada cliente). Cuanto mayor es un equipo, más sencillo resulta controlar estos tiempos; pero también funciona a la inversa. Si lo que comentábamos en los primeros párrafos lo aplicamos al dedillo a cualquier pequeño negocio (por ejemplo, escritura o redacción para medios), nos podemos llevar un guantazo faraónico. El porqué es simple: el tiempo de gestión por cliente debe variar entre la gran empresa y el autónomo/freelance, pero nosotros erre que erre, y obviando este punto.
Pero, ¿por qué? De acuerdo, es una buena pregunta para la que yo tengo mi respuesta. En mi caso, el valor diferencial de un profesional autónomo es distinto a una empresa, y se basa en los siguientes puntos:
- Cercanía: el trato es más cercano, pero, sobre todo, es más directo y horizontal (de tú a tú).
- Especialización en un sector/ámbito/temática, ¡lo que sea! Ahí deberías ser el mejor, que de eso vives o pretendes hacerlo, ¿no?
- Implicación mayor en tu proyecto, porque puede asumir un número limitado y quiere cuidar a cada cliente/empresa.
- Precio, por cojones; un autónomo no tiene los mismos costes fijos que una firma grande (o una pyme), por lo que, si no es un Messi de su sector, no puede cobrar más que una de estas.
Dos cuestiones clave en el redactor profesional: tiempo y precio
Habrá más cuestiones, pero ya he llegado donde quería. Tiempo y precio. Hoy, la mayoría de los proyectos que pinchan, entre los amiguetes/conocidos/colaboradores autónomos, no lo hacen por una mala gestión en la experiencia de adquisición del producto/servicio, sino por una gestión errónea del tiempo dedicado a cada cliente (o lead de calidad). Muy a menudo, nos da miedo competir con agencias cuando deberíamos tener claro que no tenemos por qué hacerlo. Nuestra ventaja es que nos movemos en pequeños nichos y no en sectores integrales; en cambio, es mucho más habitual olvidarse completamente de los dos cálculos que tienen más peso y que se convierten en dos grandes escollos.

«Tiempo» en el redactor freelance
A veces, encontramos a clientes que buscan la misma gestión y acompañamiento propia de la “gran empresa” en el autónomo; y esto se traduce en: horas de reuniones presenciales, llamadas telefónicas recurrentes o inmediatez. ¿Nuestro trabajo? Explicar a cada lead de calidad aquello que está incluido y aquello que no está incluido en nuestra oferta de servicios: habrá leads que se conviertan en clientes, y habrá leads que no. Por el contrario, si intentamos ofrecer todo y más por competir contra esa competencia indirecta, solo encontraremos dos vías, y ninguna buena: devaluar nuestro trabajo (1) o destrozar nuestro precio/hora (2), ya que vamos a hacer más horas que un reloj asumiendo tiempos muertos que no estaban contemplados en ninguna parte.

«Precio» en el redactor freelance
Unas líneas atrás, he avanzado que el precio de un freelance debería ser mucho menor al de una agencia por servicios similares. No obstante, a menudo esto alcanza cifras a la baja que nos perjudican a todos. Pero aquí el error no suele venir tanto de terceros como de nosotros mismos: no tiene lógica permitir que los leads de calidad o incluso nuestros clientes actuales decidan qué precio debería tener nuestro trabajo. Claro que tenemos que ser un poco críticos: si todo dios trabaja a 30, 40 o 50 €/hora (por poner una cifra), puedes tratar de hacerlo a 300 €/hora porque tu trabajo es la releche, pero, de igual modo, puede resultarte infinitamente más complicado encontrar clientes. Por el contrario, si nos movemos en las cifras propias que nos da el mercado y le explicamos el por qué a los clientes, lo entenderán (o deberían entenderlo); y si tu camino hacia un sueldo digno es lógico, aquel que no lo entienda, no debería ser tu cliente, ni tú trabajar en sus proyectos.
Dejo para el final un último consejo: llamadas, e-mails, reuniones (presenciales o Skype), documentación… Si todo eso son acciones necesarias para la redacción (para tu trabajo), son horas de trabajo, y se deberían cobrar. En este sector —el blogging profesional, el marketing de contenidos, el copywriting, no importa el término— es muy habitual limitar el precio al contenido con la excusa de que ese es el trabajo. Si uno no quiere trabajar y encima/a arruinarse, solo hay dos opciones: o se contempla en el precio por artículo, o se cobra como horas aparte: no hay más opciones; cualquier otra opción es regalar horas de trabajo.
Blogger animalista, escritor y redactor digital. Escribir no es solo juntar una palabra con otra, es una forma de comprender, crear y recrear el mundo.
¡Muy interesante, Javier!
Una de las cosas que trato de hacer entender a mis clientes es que para poder ofrecerles tarifas competitivas, debo gestionar los tiempos que dedico a cada proyecto con eficacia. Es decir: necesito dedicar la mayor parte del tiempo a investigar, redactar y revisar. Por eso intento que concreten al máximo los briefings (por escrito) y reducir al mínimo las llamadas, videoconferencias y reuniones de preparación y seguimiento, que a menudo suponen una gran pérdida de tiempo por falta de previsión.
Algunos lo entienden y otros no, con estos últimos lamentablemente no me sale rentable trabajar.
Por 30-40 euros que me pagan por un artículo no me sale a cuenta tener que dedicar una hora a una videoconferencia para que me cuente la filosofía de su proyecto y atender varias llamadas del cliente para saber cómo va su artículo o comentarme ideas. Entonces debería cobrar el doble y eso no les encajaría.
Tiempo de gestión sí, ¡pero de calidad por favor!
Te estoy aplaudiendo desde el segundo párrafo. Sobre todo, en todo lo que alude al factor: tiempo.
Parece que tuviéramos todo el del mundo y que se nos pueda pedir que escribamos de un día para otro. ¿Eso sucede en otras profesiones?
Hay un halo en todo el artículo de respeto hacia la profesión que me gusta, y también de humildad, la que hay que demostrar con esos clientes que confiaron en nosotros al inicio.
En cuanto a las llamadas y reuniones, estoy contigo. Eso debería entrar en el sueldo. ¿Por qué tengo que regalar dos horas de mi vida a un cliente que me va a pagar lo mismo y que con ello demuestra una falta de respeto tremenda?
No establecer límites desde el principio es el error. Y añadiría otro más: un cliente no es un amigo. Al menos, así lo veo yo. Puede haber feeling, pero yo no voy a su trabajo a hablar con él más de una hora sobre cuestiones personales.
Por cierto, felicitaciones por la elección de la fotografía. Este mundo de los redactores freelance, es tan surrealista como cada diálogo del maestro José Luis Cuerda.
PD. Roger García es una inspiración para todos 🙂
Hola, Joana:
Perdona, que se me había pasado aprobar el comentario. 🙂
Suscribo todo lo que comentas punto por punto. Lo de los límites es algo que muchos clientes llevan muy mal: ese feeling del que hablas (que a mí me gusta, ¡ojo!), muchas veces se confunde con un “colegueo” que no me gusta tanto, porque no son pocas las veces que demuestra que no está valorando como des debido tu perfil profesional. No sé si me explico…
Por mi parte, hace tiempo que decidí que yo establecía los límites. Eso sí, también soy muy consciente de que esa decisión me ha hecho perder clientes, por supuesto, pero vivo mucho más tranquilo. =)