La gente tiene mil cargos. Le pego un vistazo rápido a mi red de contactos de LinkedIn, y confirmo.
Vale, que sí, que quizá no es el mejor ejemplo, que allí hay que sacar partido a palabras clave en un par de líneas. Para muestra, un botón: trabajadores por cuenta ajena, ni tan siquiera optimizan su página (si la tienen) y, ante un imprevisto, levantan la banderita del «open to work«, y ahí queda, entre pollo sin cabeza y pez fuera del agua. Por el contrario, a los freelance y los «por cuenta propia», les faltan líneas para describir, más y más, su rendimiento.
No vengo a hablarte exactamente de eso. Si no de esto otro: todo el mundo es todo, y a esto aspiramos.
Algo que se me ha cruzado por la cabeza mucho… estas últimas semanas. La gente tiene mil habilidades. Mil tipos de experiencia. Busca mil formas de impactar, ser único, hacerse imprescindible, hablar seis idiomas. Y esta nueva normalidad, que es el homónimo de las vacaciones idílicas y las fotos con filtros en Instagram, se comparte, extiende y universaliza. De los títulos universitarios, pasamos a las soft skills, a las hard skills… Nos faltan las smart skills, como en política internacional (soft, hard and smart, ya sabes); si a nadie se le ha ocurrido, me podéis soltar a mí la pasta, gracias.
Me pregunto si esto (el que todo el mundo sea todo, digo) no irá reñido con permitirse ser profesional, y también con equivocarse, y aprender qué, cómo y cuándo aportar, ¡incluso con ser buena gente! Desde luego, a mí me conecta (nos da de bruces, en realidad) con el famoso «ser auténtico». Porque ¿cómo lo hacemos? ¿Qué espacio nos queda para la autenticidad cuando todo el tiempo tenemos que fingir (sí, fingir) ser perfectos profesionales? ¿Y cómo conectamos a un nivel humano, si seguimos anclados en este mantra del perfecto trabajador, mintiendo a recursos humanos sobre las skills que buscan —y casi nadie tiene, en realidad—?
Sé que en este texto, breve, hay más preguntas que respuestas. Yo sigo buscando la mía, entre ser auténtico, buen profesional y buena gente. Lo que tengo claro, como dice una de mis pensadoras favoritas (Braidotti) es que las personas conectamos desde la vulnerabilidad (compartida). Quizá, de ahí surge esta entrada.