Este no va a ser el típico artículo de este blog. Si tiene que ser algo, es, más bien, una columna de opinión (profesional).  ¿El tema?, algo que a muchos/as copywriters nos toca de cerca: llámalo ley de la oferta y la demanda, llámalo «yo también sé escribir» o competitividad de las empresas. A menudo, todo parece demasiado piramidal y, por ello, me he propuesto demostrarte cómo la economía colaborativa (a todos los niveles) nos permite ser mejores profesionales y mejores personas.

La cuestión es que, hay una serie de puntos, que cabrean, que empreñan, y, hoy, voy a tratar algunos de estos, porque creo que es muy importante que cualquier profesión ponga en valor lo que hace. Así que, traigo… ¡Cinco situaciones que tocan la moral y con las que hay que aprender a convivir! Aprovecho también para aclarar que nada de lo que comento debería ser contrario a tener un buen servicio, coherente con tu mercado y capaz de competir con el resto de agentes implicados.

Ajustar márgenes de negocio (aprovechándose del freelance)

En España, existe algo muy típico: el regateo. De economía colaborativa, vamos regular aún; no obstante, de regateo todo lo contrario. El regateo es algo que respira, pulula y hasta supura y se contagia. No sé cuánto lleva presente: probablemente, más que todos y que todas. A nivel empresarial, mucha gente incluso lo tiene en cuenta antes de emitir el presupuesto.

Piensan: «Si me intentan ajustar por aquí, y yo le he dicho tanto para lo de allá; pues esto, menos la diferencia…» Y, así, valoran si sigue siendo rentable.

Economía colaborativa - marketing - Márgenes de negocio

En mi carrera como copywriter freelance, esto se ha traducido en dos tipos de cliente:

  • El emprendedor, que te dice que eso es muy caro y que, por ese precio, ya lo hace él (hay gente sin educación que incluso te intenta atacar de forma pasivo-agresivo (ej.) con rollos como: «¡vaya precios!, voy a hacerme redactor yo también» (perfil A). También los hay más directos: «Eres muy caro, así jamás vas a tener clientes» (perfil B); por otro lado, hay gente normal que te comunica que no hay posibilidad de trabajar juntos.
  • (Algunas) empresas, que conocen las diferencias entre las grandes plataformas y los copywriters profesionales, pero que no dudan en enviarte juniors o perfiles intermedios para intentar conseguir la calidad de tu trabajo a precios ajustadísimos o fuera de mercado.

Matizo esto último, porque en mi experiencia, cuando he tenido una reunión con un CEO, un CMO o similar, siempre existía interés real desde la empresa y estaban buscando un especialista con equis capacidades. No quiere decir esto que no se tuviera que negociar, ¡ojo!, pero nunca he tenido problemas por sentirme minusvalorado en tal caso.

Por descontado, hay miles y miles de marcas y empresas que también saben valorar nuestro trabajo.

Es más, el copywriting ha vivido un auge y, hoy día, la verdad es que el reconocimiento que recibimos como profesionales es mucho mayor.

Economía colaborativa en copywriting

Conversación real con un cliente señor por WhatsApp, aunque hay más pasivo-agresividad que señor, todo sea dicho. Quería artículos de 1.000 palabras.

Las agencias que tiran del modelo de ajustar márgenes de negocio suelen:

  • Intentan comprarte por volumen: al ofrecerte grandes volúmenes de forma puntual o periódica, tratan de ajustar el margen de ganancia en la creación de contenidos. Es típico con proyectos vinculados a eCommerce, creación de contenido web a gran escala o trabajos de baja cualificación que no se puede o quiere asumir in-house; un ejemplo de esto último es la carga u optimización básica de contenido en CMS: que divertido, divertido, no es.
  • Intentar que hagas pruebas gratuitas, aceptes un precio hora/menor o adaptes tu modelo de negocio: por ejemplo, si tarificas por proyecto, profesionales que te piden que trabajes por horas o cobres por número de palabras; la flexibilidad es un grado, pero es importante saber por qué tú haces las cosas como las haces, ¿no?

El modelo 3: o tengo esto, para esto otro y ¡ni un duro más!

También existe el modelo de «tengo esto» para «esto otro». ¿Te va bien? Venga. ¿No te va bien? Me busco a otro. A grandes rasgos, ese sería el resumen.

En estos casos, a menudo, este presupuesto máximo aflora cuando ya se ha preparado una propuesta y, aunque es algo habitual, yo creo que sería preferible saber con qué presupuesto cuenta la marca para ver si podemos encajar nuestro trabajo con ella, y no a la inversa. En cualquier caso, está muy relacionado con la cultura del regateo también.

Aquí no voy a hacer de abogado del diablo ni a criticar por criticar: dependerá del proyecto. Estúdiatelo con calma, como te decían en el colegio, y no a última hora. ¿Te encaja? OK. ¿No te encaja? No tengas miedo a decir que no: también es parte de tu trabajo como redactor digital.

Hacer todos lo mismo, porque es lo más barato

Calvo con Barba tiene una columna en LinkedIn, y en su blog, que se llama #QueridaMarca. A ver, la columna la tiene en su blog, pero, sobre todo, la promociona por LinkedIn: ¿lo pillas? Hace unas semanas, subió una encuesta muy interesante para saber qué prefería la gente en una tienda virtual: (1) ir directamente al producto o (2) conocer lo que la marca tenía que decir, su filosofía y valores. Ganaba, por goleada, la opción uno.

Imagino que el señor Lucas Aisa, que sabe un rato, se ha pispado de cómo el mensaje empieza a quedar relegado frente al producto. Algo que se puede permitir Amazon, o Apple, pero tú no (ni yo)*. Entonces, ¿por qué está ocurriendo? En primer lugar, porque se han abaratado mucho ciertas herramientas (crear tiendas, automatizar procesos, etc.); por el otro, porque copiar siempre es más sencillo y menos arriesgado que crear. El problema es que, si uno se diferencia del resto, ¿qué más da contratar a uno que al otro?

Hacer todos lo mismo, tiene (muchas) implicaciones negativas para la empresa y para el cliente, pero casi todas ellas son a medio y largo plazo. Por esto, a menudo pasan desapercibidas hasta que se complica la cosa, y tú no quieres que se complique la cosa cuando menos flexibilidad tienes, ¿verdad? Aquí no voy ni a matizar, porque se aplica al copy, como a las agencias, como a las consultoras, como a un eCommerce de peluches.

* Mi mente de rockero pureta ha relacionado con esta canción de Extremoduro. Ni tú, ni yo, ni perro que nos ladre…

Economía colaborativa vs. Traspasar la urgencia

Contagiar o traspasar la urgencia a un tercero

Un aspecto de la economía colaborativa que me encanta es que no pierde uno para que el otro gane. Si basamos una relación comercial en estrategias win-win, apostamos por perspectivas a medio y largo plazo, relaciones más humanas y, sobre todo, resultados. En proyectos de content, sobre todo, suele ocurrir que las marcas (agencias, desarrolladores o intermediarios) intentan que nosotros adaptemos nuestro calendarios a ellos. Hasta cierto punto, tiene sentido: el profesional se adapta al equipo de cincuenta, cien o doscientas personas, pero si te toca «someterte», y no adaptarte, mal empiezas.

Ante esto, yo siempre le digo a todo el mundo cómo trabajo, cuántas horas puedo asumir en ese momento —y si no puedo, cuándo podría o darles alternativas de profesionales— y trato de ser flexible en relación con la oferta.

La vida es dura. Es lógico que intentes encajar un proyecto de 15.000 euros delante de otro de 300; por descontado, delante aquí no es sinónimo de por encima de otros proyectos que ya has aceptado e incluso cobrado.

Desde mi punto de vista, esta situación se da mucho cuando agencias subcontratan fuera (outsourcing) e intentan que el colaborador o la colaboradora se adapte totalmente a las sinergias y tiempos «dentro de la casa». No creo que salga bien, la verdad: por un lado, casi nunca hay retribución económica acorde este esfuerzo; por el otro, es un externo al que le pides que se adapte a un ciclo y un modo de trabajo que ni tan siquiera conoce.

En términos de economía colaborativa, yo veo a todo el mundo como una pieza más. Si quitas una, la cosa se desmorona. El CMO, el PM, el equipo interno y el copy tienen su trabajo, y tienen que alinearse; en cada proyecto, lo importante es el proyecto y la forma en la que trabajamos y nos adaptamos en el equipo. Una vez entendidas (y asumidas) las diferencias entre trabajar en la casa o fuera, el resto de objetivos tienen que mirar hacia una dirección común. Así, los porcentajes de que las cosas salgan bien, se incrementan (mucho).

Exigir sin demostrar: aprovechar posiciones de poder (again!)

El problema del copywriter freelance es que se encuentra más desamparado. Tiene libertad, mucha más libertad, pero no tiene una firma detrás. Trabaje a través de marca personal o SL, es más complicado crear una cartera fiel/robusta detrás. Por esto, no es extraño que, a menudo, otras marcas intenten exigir o posicionarse por encima.

Esto es oferta y demanda, pura y dura.

Por norma, se traduce en condiciones más duras, modo de facturación, flexibilidad horaria, etcétera; te va a tocar tragar, negociar y establecer tus líneas rojas: yo, por ejemplo, no acepto pagos a más de 30 días (emprendedor) y 60 días (agencia) y no empiezo proyectos sin un pago inicial (¿proyecto pequeño?, pago íntegro; ¿proyecto grande? provisión de fondos). Esas son mis líneas rojas; cuando me las he saltado, hostiazo que te crio; en otras palabras, ya no me las salto, porque por una buena, veinte malas.

Un podcast sobre un caso práctico que me ha sucedido en 2021.

Sin embargo, donde toca tener más cuidado es en la posición, en cómo se interactúa con esas personas, en qué modelo plantean, en cómo te tratan (haz autocrítica también, ¿eh?). A mí me sirve recordar aquello de «tú eres un colaborador externo», no un empleado. Por esto, no tengo 30 clientes, sino 30 personas y marcas que confían en mí, y no lo cambio.

De las pirámides a la economía colaborativa

Esclavizar no es trabajar: creando modelos de negocio (casi) piramidales y neocapitalistas para triunfar

He dejado para el final, el punto por el que creo que la economía colaborativa y las redes de trabajo todavía se están cocinando. A grandes rasgos: en una economía neoliberal se pueden quebrar fácil más líneas rojas. Hay múltiples ejemplos, donde la libertad de precios de mercado se traduce en precarización:

  • Contratos temporales o de aprendiz (trainee) que se estiran o exceden competencias
  • Vencimiento de facturas de servicio a 60 días o más (que esto, no se nos olvide, viene de intermediarios de producto, pero se ha normalizado en cualquier sector)
  • Marketplaces que abaratan servicios cargando con gastos a proveedores (luz, Internet, precio/hora, volumen, etc.)

Es este modelo take-away diversificado, las grandes empresas entran en mercados mediante enormes activos (pasta gansa) y modelos low-cost y, a medida que ocupan cierta cuota del mercado, reducen el margen de beneficio a terceros. Como no querría hacerme pesado con esto, te recomiendo el artículo ¿Cuánto cuesta un artículo de 1.000 palabras?en el que hago una comparativa de precios de mercado y doy mi opinión.

El problema del redactor freelance, por norma, se ha resumido en una máxima muy típica: «Si cada uno hace la guerra por su lado, la guerra está perdida.» La cuestión es que, en vez de centrarnos en crear un buen producto y diferenciarnos de la competencia, muchos/as profesionales siguen creyendo que la opción es abaratar precios y trabajar solo por volumen. Quizá, vendiendo fruta esto funciona, pero no contenidos, ni creatividad.

Para terminar, te recomiendo un artículo que no hace mucho leí en El País sobre filosofía, sociología y economía colaborativa:

Pablo Servigne: “La única manera de sobrevivir a este siglo será la ayuda mutua”

¡Espero haberte aportado algo nuevo!